PODER POLÍTICO
Gobiernos a contracorriente

Nadie, ni siquiera ellos, hubieran pensado que iniciarían sus respectivas administraciones de gobierno con el santo de espaldas; que las variables, externas e internas, le harían la jugarreta de trastocar sus compromisos de campaña que, a su vez, configurarían el plan de desarrollo y, sin embargo, a contracorriente cada cual hubo de implementar un plan alternativo, en lo general y en lo particular, para nivelar y darle el mínimo de sentido a sus proyectos de país y de estado.
Se trata de Felipe Calderón Hinojosa, presidente de México, y de Andrés Granier Melo, gobernador de Tabasco, los que con un mes de diferencia ajustaron este diciembre de 2009 los primeros tres años de sus correspondientes mandatos, arribando así a la mitad del camino con metas aún por alcanzar; pero que, en cambio, lo hecho configura una proeza cuando la condición de adversidad pudo ser aún más grave.
Calderón Hinojosa hubo de encarar una crisis económica que, a diferencia del régimen priísta, particularmente de Echeverría hasta Zedillo, no se generó desde del interior del país sino que procedió del exterior iniciándose en la vecina nación del norte y por mucho, principal socio comercial, expandiéndose por todo el orbe hasta hacerse mundial. La más severa, incluso, por encima del llamado gran crack de 1929, hace exactamente 80 años, que tuvo un mismo nacimiento e impacto.

La convulsa situación de carácter económico dio al traste con las expectativas del Gobierno Federal, de convertirse en un impulsor y generador de empleos de los millones de mexicanos que aún siguen demandando que se les cumpla con el compromiso emblemático de campaña, convirtiéndose ésta en una asignatura pendiente. Por el contrario, una infinidad de empresas, principalmente manufactureras desaparecieron o, en el mejor de los casos, tuvieron que recortar personal a fin de mantenerse y subsistir.
Impactada también por la merma de 70 mil millones de dólares menos en los ingresos derivados de la comercialización del petróleo, a un costo por debajo de lo programado, el presupuesto de ingresos y egresos alcanzó a los estados afectando los correspondientes programas sociales y de infraestructura básica: educación, salud, seguridad pública, alumbrado eléctrico, puentes, caminos y demás que hubo de reducir para cumplir estrictamente con lo mínimo.

Con ello la carestía de vida se agudizó aún más, sobre todo de aquellas familias que se sostenían de las remesas que les enviaban de Estados Unidos, mismas que antes le representaban importantes ingresos para acceder a una mínima calidad de supervivencia.
Aún con la escasa luz que se visualiza hacia el final del sexenio, por lo pronto la crisis ha sido tan devastadora que, incluso, hubo que cerrar tres secretarías de estado. En cambio, no se puede dejar de lado la apuesta que Calderón Hinojosa asumió al confrontar a la delincuencia organizada, asignándole un presupuesto sin precedentes. Ello, desde la crítica más ácida de la opinión pública, no ha dado resultados alentadores y sí ha cobrado muchas vidas. Un costo político aparte implicó la extinción de Luz y Fuerza del Centro, una verdadera bomba de tiempo.

Granier Melo, orillado también por la crisis, iniciaría de igual manera su gestión de gobierno en Tabasco con ajustes a su ejercicio de presupuesto público local, que de manera continua ha modificado en diversas ocasiones, privilegiando los programas sociales y de infraestructura.
No obstante, en semanas recientes suprimió el programa de apoyo económico a adultos mayores, madres solteras y discapacitados.
Pero ni por la mente le pasó al gobernante del edén tabasqueño que habría de dar la cara a la devastadora contingencia que implicó, en primera instancia, la inundación del 2007 -el primero de su administración-, derivado de las inéditas lluvias que en 72 horas rebasaron los registros históricos, y no sólo superaron la escala crítica del río Grijalva, que atraviesa la capital tabasqueña, sino que literalmente éste se salió de su cauce en ambos malecones para arrasar con todo cuanto halló a su paso por el centro de la ciudad, el corazón político y económico de la entidad, así como colonias aledañas.

Con afectaciones por igual a domicilios, comercios y establecimientos de servicios, así como con recintos culturales emblemáticos, generando pérdidas totales del patrimonio principalmente de las familias, el primer cuadro de la ciudad se transformó literalmente en una Venecia a la tabasqueña, quedando todo bajo el agua; además de afectar otros asentamientos poblacionales de lo que se considera su zona conurbana y municipios vecinos.

El Gobierno Federal y Estatal conjuntamente hubieron de implementar acciones emergentes para ayudar a las familias y sector económico a resarcir parte del patrimonio perdido y reactivarse. Así como la implementación del Plan Hídrico Integral.
La devastación, según estudios de la Comisión Económica para la América Latina (CEPAL), le representó al estado pérdidas por no menos de 33 mil millones de dólares, conservadoramente hablando.
A lo anterior habría que agregar en 2008 las inundaciones en los municipios de la zona de los Ríos, y para este 2009 a los de la Chontalpa, particularmente Huimanguillo y Cárdenas, en donde acabó con
ganadería y cultivos.

Con un presupuesto acotado por las circunstancias internas y externas, el panorama para ambas instancias de gobierno –como en el resto del país-, en la segunda mitad de ambas administraciones públicas luce complicado, por lo pronto para el ya cercano año 2010, previendo indicios de recuperación hasta el 2011 y 2012. Más vale que así sea.